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TOMADO DEL LIBRO "EL FANTASMA DEL MOLINO"
De Oswaldo Hermosa


Día Ocho.-
Seguramente porque ella creía tenerme comiendo en su mano, en sentido figurado, desde luego, porque los fantasmas no comemos, esta noche parecía que la bruja otra vez me dejaría plantado. Poco después sentí su presencia como energía que se proyectaba sobre mí de algún lugar cercano. Salí a buscarle hasta que la encontré dudando si valdría la pena parquear su escoba junto a la baranda o regresarse a su casa.
-No tienes por qué ahogar en la garganta tu clásico jijijijijiji, porque no es digno de tu persona -le reclamé sin acercarme a su lado.
Ella no encontraba gracia en mi actitud y se dispuso a calentar la escoba para arrancar de regreso.
-¡Un momento! -me interpuse-. No es para que lo tomes tan en serio.
Ese momento la bruja recobró su semblante con un fuerte ijijijijijijiji que retumbó en todo el molino donde prestaba mis servicios de fantasma.
-Me gusta cuando ríes porque animas la monotonía del viento -se me escapó un cuasi verso.
Ella se acercó a mirarme donde todos los mortales tienen los ojos y me haló de la sábana.
-¿Sabías que a mis ancestros los quemaron vivos por simple sospecha? -abrió un tema de conversación.
-Los míos, en cambio…-interrumpí-. Se hicieron humo para que no los quemaran.
-¿Por qué me interrumpes otra vez? –protestó ella, cruzando los brazos como haciéndose nudo.
-Solo déjame mencionar a los míos antes de que se me olvide –le convencí.
Ella se quedó en silencio para que yo procediera. Y yo procedí:
-Mis ancestros nunca llegaron a terminar su obra, por eso tomamos la posta recogiendo sus pasos.
-¿Tú ya los recogiste? -me interrumpió ella también.
-Me quedan muchos todavía -contesté de inmediato-, pero se vienen días mejores para los fantasmas…
-¿Qué te hace pensar de esa manera? -se sorprendió.
-Que los jóvenes disfrutan con sus historias -concluí.
-No me digas que eres pariente de Gasparín -bromeó la bruja.
-No precisamente eso pero acepto de mil agrados tu piropo -le respondí.
Ella retomó la cordura y se puso seria:
-Algún día las brujas también dejarán de ser la representación del mal en este mundo.
-Las cosas no van precisamente en esa dirección -le corregí-. Lo que pasa es que los jóvenes son río arriba.
-¿Río-arriba porque llevan el agua a su molino?, -trató nuevamente de tomarme el pelo.
-Lo único que va río arriba es el agua de la represa que a cualquier momento sepulta al molino -le hice notar.
La bruja se asustó de tal manera que dejó de sonreír hasta convertir su gesto en gemido:
-¿Y qué pasará de nuestros encuentros cuando el viejo molino quede sepultado
-Estas visitas ya no tendrían sentido pero algo habrá que hacer...-hice pausa-. A menos que el autor del cuento le ponga un final feliz.
-¿Y si provocamos alguna travesura de nuestra parte para detener al río en reversa? -me propuso maliciosamente.
-Eso sería un atentado contra las fuerzas de la naturaleza -me opuse-. En ese caso, yo preferiría dejarme sepultar por las aguas y que la historia me juzgue después.
-Entiendo por dónde van tus intenciones -suspiró la bruja en silencio.
Ella empezaba a tomar tan en serio la posibilidad del colapso que prefirió alejarse para que el amanecer le soplara alguna idea.

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